Extrañamente por la tarde, el viento es flojo, apenas si alcanza a menear algunas hojas de bordes oxidados. La maresía, ese encuentro casual de salitre y viento, deshace toda naturaleza y sobre todo, todo artificio, lentamente, casi con disimulo. La planta estirada y de pocas hojas parece a gusto con ese céfiro que hoy ofende su propio e inevitable linaje, afamado a base de esos otros hermanos prepotentes. Las pequeñas ramas de la planta se ladean con gracia; describir ese movimiento requiere un arte que no tengo, así como para apreciarlo se requieren, quizás, ojos de musa, que, lamentablemente, hoy tampoco tengo cerca. La inspiración es puro cuento, una y otra vez. El tiempo también y así >aquí< lo entretengo. El "deber" llama, y por estos lados, en el principado nunca acabado de Taíba, tiene que llamar una vez... y dos... y tres... y muchas veces más, hasta que se cansa y se vuelve paciente!
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario