Llegan cuatro argentinos. Dos flacos de Chascomús, buena onda. Una pareja cincuentona de Concordia. Ella pasa tan desapercibida que no recuerdo el nombre, me suena María, pero no lo "acredito". Él, Dany Rojo, un gordo que parece estar reteniendo con un corcho en el culo un pedo de meses, siempre inflado y así inflamados sus aires, extrañamente, aporteñados. Menos onda que bandera de chapa, como diría alguna momia basketbolista. Quiere todo para ayer, como si estuviéramos en el mismísimo principado de Mónaco... estamos en el principado nunca ceará de Taíba! Exigir acá, ja, es como exigir cordura en el nosocomio de Dalíes importados. Oui... tres bizarre!
Ya llevan cuatro días y no vi un mate, ah, cómo quiero a la Argentina! sobre todo a los argentinos! sobre todo a esta distancia!!! Uno de los mejores regalos de la condición de extranjero, el amor propio por la patria perdida, esa balsa de piedra que el más pesimista de los Saramagos usaría para hacer un paddle surf transatlántico. Y la voz que anuncia: "Próxima estación>> ilha desconhecida."
No hay comentarios:
Publicar un comentario